viernes, 6 de agosto de 2010

IBIZA

Un nuevo viaje a tierras desconocidas han hecho que mi corazón se vuelva a enamorar de unos parajes de ensueños, de unas playas con aguas cristalinas, de unos atardeceres jamás vistos por mi y de una paz que no encontraba desde hacía tiempo.

Perdido por los montes de esta pequeña isla, llego por casualidad al punto más alto de Ibiza. Desde aquí tengo una panorámica de 360º de toda ella. Rodeado de agua por todas partes, el destino quiso que parase el coche en ese punto, y que mis intrépidas piernas pusieran rumbo hacía lo desconocido con el único fin de poder vaciar mi vejiga. Una vez vaciado, me giré llamado por la atención de la luz naranja del atardecer, la cual comenzó a teñir los arbustos, los arboles y a todo ser viviente que no estuviese resguardado. Poco a poco, la gran bola de fuego fue engullida por el mar. El horizonte se viste de naranja y da paso a la majestuosidad de una gran luna llena. A juego con su eterno amante,
de naranja, el astro blanco por excelencia, comienza ascender a lo más alto de mi pequeña bóveda celeste, y éste la obsequia con ramilletes de estrellas.

Tumbado boca arriba (lejos de la meadilla) miro las constelaciones, viajo a través de ellas a lugares mágicos. Sin ser consciente que las horas pasan volando, me incorporo para dirigir rumbo nuevo hacia el aeropuerto, pero no sin antes prometerme volver a esta tierra hermosa, y volver a contemplar su atardecer.

Sed buenos



1 comentario:

FoCa dijo...

Te propongo un plan...Pero no será Ibiza, quizás algo mejor...Nos lo merecemos no??Tanto currar no puede ser bueno!!