miércoles, 5 de octubre de 2011

PENSANDO

Una vez más me siento delante la pantalla de mi portátil. No recuerdo la última vez que lo hice, del mismo modo que no recuerdo lo que me llevaba a escribir párrafos interminables sobre tantas cosas. ¿Qué fue lo que no metí en mi maleta y que no me traje a este país? Son cinco meses encerrado en una isla, rodeado de un idioma que ya comienzo a interpretar, de un clima al que no llego adaptarme, y de unos habitantes que presumen de educación y de tolerancia, y están muy lejos de ambas.

Paseo por una ciudad de tamaño medio. Una larga calle parte la ciudad en dos. Las casas construidas con piedras y argamasa están decoradas con abandonados y desaprovechados jardines. Los zorros deambulan por las calles, buscando algún contenedor de basura abierto y darse un delicioso festín. El aire es fresco, el cielo despejado, puedo contar estrellas mientras atravieso un parque. Justo en el medio de éste, la luz de las farolas no llegan a iluminar. Está todo oscuro y mi vista no abarca más lejos de dos o tres metros. El sonido de los coches con sus claxon y el bullicio de la ciudad no pueden ensordecer el silencio que oigo en mitad de este parque... Sólo el viento consigue que me distraiga de este momento, me abrigo un poco. Me tumbo sobre la hierba húmeda, y comienzo a recordar.

Ya en casa, escribo estas líneas, con el deseo de recuperar el hábito de contar, hablar y expresar todo aquello que por palabras no se decir. Frente a mi ventanal veo como la noche se hace dueña del día. Pero se, que en breve las gotas del rocío volverán a resbalar sobre mi ventana, y al descorrer las cortinas, volveré a ver el viejo árbol que hay en frente, y al abrir la ventana respiraré el aire frío de la mañana, y volveré a ver como las chimeneas comienzan a trabajar calentando las casas, y si tengo suerte, alguna osada ardilla se dejará ver sobre el muro que cerca mi casa.

Sed buenos