lunes, 31 de mayo de 2010

AY QUE CREO QUE ME HE ENAMORAO..

Lo mejor que he visto últimamente en internet


miércoles, 19 de mayo de 2010

CON EL CHACACHÁ DEL TREN

Es curioso las consecuencias que conllevan nuestros actos.Por supuesto, no tienen porque ser desagradables, ni increíblemente reflexivas, ni tan si quieran tienen porque manifestarse.

Es curioso lo que puede traer consigo ser amable, educado, y cortés. Hasta hoy no me había percatado lo peligroso que puede ser aceptar un chicle.....Maldito chicle, ¿porqué tuve que aceptarlo?

En uno de mis últimos viajes fugaces a mi ciudad natal, tuve el infortunio de sentarme al lado de una señorita, con un fuerte olor a café, tabaco, y un tercer aroma que envolvía los dos primeros el cual no reconocí y que convertía el aire en un perfume penetrante y asfixiante. Esto, en el fondo, es una faena, pero se puede sobrelleva leyendo un libro, concentrándote en la película que ponen, o bien, llegado el momento, aspirando hondo el bálsamo putrefacto e inerte en el aire y perder la conciencia hasta el final del trayecto. Cualquiera de las tres opciones es factible, pero si ninguna funcionase siempre queda la posibilidad de levantarse e irse a la cafetería.

Cuando ya pensaba que peor no podía ir la cosa, la señorita de unos 35 años "u más", se giró hacia mi y con su mano me ofreció una cajita de color rojo fresa.....Era una cajita de chicles.
Tras una eterna milésima de segundo mi cabeza reflexionó sobre las posibles consecuencias de la aceptación del elemento en cuestión (el chicle). A la par que mi boca pronunciaba ("Si, Gracias") me condenaba a soportar el pesado castigo de una persona charlatana, sobona, y por encima de todo sorda. Sorda porque a pesar de mis incontables plegarias, suplicas e indirectas para que se callara y me dejase dormir tranquilo, ésta hacía caso omiso y seguía con el bla-bla-bla-bla, durante dos horas y media.

Hice un intento de evasión pero resultó fallido pues mi verdugo y carcelera la entendió como una invitación a tomar una copa en la cafetería del tren. Realicé una segunda tentativa de evasión, pero esta vez no física sino mental, cerré los ojos en señal de sueño, bostecé ordinariamente para que no hubiera duda de mi cansancio, pero mi inquisidora compañera se agarró a mi brazo y comenzó a balancearme...

Cuando la situación ya era crítica, utilicé mi último suspiro, mi último aliento para mandar un sms a una amiga (novia, pareja, equipo, mi oveja negra) "S.O.S, Ayuda.....".. Al momento, mi teléfono comenzó a vibrar, lo descolgué y me dispuse hablar con la mayor discreción posible, hasta que me levanté y me fui tres vagones más atrás hasta perder de vista a mi detestable compañera de viaje.

Así que, queridos lectores, tened cuidado cuando os ofrezcan un chicle. No tengo fotos de la susodicha, pero estáis advertidos.

Sed buenos

viernes, 7 de mayo de 2010

POR CAMARON....

Así fue que en una de mis innumerables ferias, sucedió tal hecho que despertó en mi un sentimiento de caridad. Cuando el salero y la gracia de un gitano aflora al oír una guitarra al compás de una bulería, o de un fandango, el reloj del dichoso tiempo incansable y despiadado se detiene, dando así una pequeña tregua a un pobre hombre.

Cuando ese gitano de voz rota y profunda, maltratada con tabaco y alcohol, comenzó a cantar, la caseta hasta antes vacía, empezó a llenarse de personas deseosas de oír ese cante olvidado. Los ojos brillantes de los asistentes, pero en especial el de un hombre. Un hombre con mayúscula, con el peso de la humillación de no tener que darle a su hijo de no más de 5 años. De tamaño más bien pequeño, delgado, y mellado de la mayoría de sus dientes, con la piel arrugada y con la mirada de un adolescente, se colocó el primero para disfrutar del arte.

Ese hombre disfrutó del cante profundo y sentido que salía de esa garganta privilegiada. Se ganó mi admiración. Con su cesto de mimbre en el que transportaba camarones y lonchas de mojama. Cuando lo vi entrar pensé que molestaría a los invitados (que tonto fui) y al verme, se me acercó y me dijo, "hoy estoy contento, he vendido 3 kg de camarones y tengo para llevar a mis hijos a los cacharritos". Al oír esto, mi corazón, ese que a veces me da tirones de oreja, se enterneció. Y pude comprobar con lo poco que es feliz la gente, con un cante, con poder llevar a sus hijos a la feria, con darle a su esposa un sorpresa....

Hoy no tengo ganas de escribir, llevo así un tiempo. Culpa del trabajo o de mi mala conciencia, pero últimamente no fluyen las palabras por mi cabeza.

Sed buenos