Aquí me encuentro frente a esta
pantalla en la que veo reflejado mi rostro, el cual a veces ni reconozco. Que
estúpidos llegamos a ser los seres humanos. Llevo buscando piso para mudarme
dos meses, pues la distancia de mi trabajo a mi casa era bastante larga, pesada
y costosa. Y ahora que por fin encuentro una casa, que además de estar a cinco
minutos del trabajo, convivo con una familia que me ayuda con el inglés, que no
tengo que limpiar nada, que mi cuarto es enorme con un ventanal espectacular
con vistas a la ciudad y que además me cuesta menos que la casa anterior… ahora
que por fin lo encuentro, me quejo
de la pequeña cuesta que me toca subir para volver a casa… Ahora que comienzo a
poder ahorrar, y gastarme dinero en mi, ahora que las cosas, egoístamente
hablando, van bien para mi, me quejo de una cuesta que tardo en subir dos
minutos de reloj. Que tontos somos… que tonto soy. Cuando por fin conseguimos
lo que queríamos ya nos parece tan fantástico.
Hace poco, dos personas cuanto
menos queridas para mi, me dijeron la misma frase en distintas conversaciones
mantenidas con cada una de ellas “No esperes nada de nadie, y no te llevarás
decepciones”. Y la verdad, que tras un tiempo de reflexión y de darle vueltas a
esto que últimamente no uso, mi cerebro, llegué a la conclusión que es un
pensamiento bastante aterrador, me da pánico dejar que ese pensamiento se pasee
por mi alborotada cabeza, no quiero ni pensar que sería de mis amigos si este
pensamiento fuese la base de nuestra amistad. Este pensamiento, a parte de
imposible de cumplir, es una barbaridad plantearlo, es una manera falsa de
convencerse de que las cosas no le harán daño, de intentar evitar el temido
dolor o decepción. Si hacemos de esta frase nuestra filosofía de vida, seremos
los primeros que decepcionaremos a los demás, y lo que es peor justificaremos
esa decepción con la frase hiriente de
“Es que yo no te pedí que esperarás nada de mi”. Sino esperas nada de
mi, ni bueno ni malo, no solo no te llevarás decepciones sino que además te
quedarás sin las alegrías. Una cosa va ligada con la otra, de ahí que sea
imposible cumplir este pensamiento… Y si lo consigues, tal vez deberías
plantearte la amistad que mantienes con aquel que llamas amigo.
William Shakespeare por aquel entonces decía algo parecido: Siempre me siento feliz, sabes por qué? Porque no espero nada de nadie, esperar siempre duele. Los problemas no son eternos, siempre tienen solución, lo único que no se resuelve es la muerte. La vida es corta, por eso ámala, se feliz y siempre sonríe, solo vive intensamente. Yo me siento feliz, porque lo espero todo de vosotros, lo bueno y lo malo.
Elimino esta frase y pensamiento
de mi, no quiero volver a oírla. No existe la decepción para los que luchan, a
pesar de tropezar en la misma piedra una y mil veces, hasta desgastarla, no
importa… Si la decepción llega, será porque habré perdido a mi amigo, o porque
realmente no era mi amigo, o tal vez porque confié en quien no debía, o quizás
elegí mal mi tesoro…. Que más da, la cierto y verdad, es que lo espero todo de
vosotros, tanto lo bueno como lo malo, pero decepcionar a alguien, eso es algo
que está en vuestras manos y es
responsabilidad vuestra.
Este es mi pequeño pensamiento
tras mi breve pero larga estancia en Bristol, ciudad inglesa con encanto, que
ya comienza a prepararse para lo que dicen será un frío otoño e invierno. Desde
estos parajes verdes y floridos, por un clima húmedo y un tiempo horrible, me
despido.
Sed buenos