
La historia se remonta a hace más de medio siglo cuando Liu Guojiang que tenía 19 años de edad, se enamoró de una mujer de 29, madre y viuda llamada Xu Chaoqing. En ese momento, era inaceptable e inmoral para un hombre joven y chino amar y convivir con una mujer mayor y con hijos. Para evitar el mercadeo de chismes y curiosidades, la pareja decidió irse a vivir a una inaccesible cueva en Jiangjin County en Chongqing, suroeste de China. (leer más en el blog de Kurioso)
El lema de los Juegos Olímpicos, de todos los Juegos, expresado en la Carta Olímpica, es «citius, altius, fortius», «más rápido, más alto, más fuerte».
Es un canto al sacrificio, al esfuerzo, a veces sin recompensa; a la exigencia personal; a la renuncia por una meta. Por cualquier meta. Ese es el sentido de los Juegos. Elegir una carrera y correrla hasta el final. Todo el mundo lo entiende y lo alaba. Incluso cuando el precio por llegar a esa meta se convierte en una auténtica agonía. Y toda esa entrega se hace en nombre del espíritu olímpico. En este caso la carrera ha durado cincuenta (50) años. Y se hizo por amor… Eso ya se entiende menos. El amor no es para siempre, se nos gastó el amor, se nos rompió el amor, es una ilusión pretender que el amor dure toda la vida… Y sí. El Amor es para siempre.
El amor, el auténtico, no pasa nunca. El amor, el de verdad, es capaz de tallar, en roca viva, 6.000 escalones…

El “detalle” que Liu dedicó a su amada se fraguó a partir del segundo año, y durante más de 50. Liu decidió tallar, poco a poco y con sus propias manos los escalones necesarios para salvar los 1550 metros de desnivel de la montaña y así facilitar la bajada de su mujer.» (Kurioso)
Y es que «El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites.
El amor no pasa nunca.» (San Pablo)
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