miércoles, 19 de mayo de 2010

CON EL CHACACHÁ DEL TREN

Es curioso las consecuencias que conllevan nuestros actos.Por supuesto, no tienen porque ser desagradables, ni increíblemente reflexivas, ni tan si quieran tienen porque manifestarse.

Es curioso lo que puede traer consigo ser amable, educado, y cortés. Hasta hoy no me había percatado lo peligroso que puede ser aceptar un chicle.....Maldito chicle, ¿porqué tuve que aceptarlo?

En uno de mis últimos viajes fugaces a mi ciudad natal, tuve el infortunio de sentarme al lado de una señorita, con un fuerte olor a café, tabaco, y un tercer aroma que envolvía los dos primeros el cual no reconocí y que convertía el aire en un perfume penetrante y asfixiante. Esto, en el fondo, es una faena, pero se puede sobrelleva leyendo un libro, concentrándote en la película que ponen, o bien, llegado el momento, aspirando hondo el bálsamo putrefacto e inerte en el aire y perder la conciencia hasta el final del trayecto. Cualquiera de las tres opciones es factible, pero si ninguna funcionase siempre queda la posibilidad de levantarse e irse a la cafetería.

Cuando ya pensaba que peor no podía ir la cosa, la señorita de unos 35 años "u más", se giró hacia mi y con su mano me ofreció una cajita de color rojo fresa.....Era una cajita de chicles.
Tras una eterna milésima de segundo mi cabeza reflexionó sobre las posibles consecuencias de la aceptación del elemento en cuestión (el chicle). A la par que mi boca pronunciaba ("Si, Gracias") me condenaba a soportar el pesado castigo de una persona charlatana, sobona, y por encima de todo sorda. Sorda porque a pesar de mis incontables plegarias, suplicas e indirectas para que se callara y me dejase dormir tranquilo, ésta hacía caso omiso y seguía con el bla-bla-bla-bla, durante dos horas y media.

Hice un intento de evasión pero resultó fallido pues mi verdugo y carcelera la entendió como una invitación a tomar una copa en la cafetería del tren. Realicé una segunda tentativa de evasión, pero esta vez no física sino mental, cerré los ojos en señal de sueño, bostecé ordinariamente para que no hubiera duda de mi cansancio, pero mi inquisidora compañera se agarró a mi brazo y comenzó a balancearme...

Cuando la situación ya era crítica, utilicé mi último suspiro, mi último aliento para mandar un sms a una amiga (novia, pareja, equipo, mi oveja negra) "S.O.S, Ayuda.....".. Al momento, mi teléfono comenzó a vibrar, lo descolgué y me dispuse hablar con la mayor discreción posible, hasta que me levanté y me fui tres vagones más atrás hasta perder de vista a mi detestable compañera de viaje.

Así que, queridos lectores, tened cuidado cuando os ofrezcan un chicle. No tengo fotos de la susodicha, pero estáis advertidos.

Sed buenos

2 comentarios:

Miguel Sarmiento Pelegrina dijo...

Me lo pensaré creeme, que grima de tía. Pestosa y pesá una combinación mortal

Gaby dijo...

Dios mio, pero me haz puesto a pensar muchísimo!! me pregunto que pensarán las personas de mi! Yo soy de esas que no se callan ni un solo momento... jajaja
Pero cuando me encuentro una de esas personas ya sea en el avión, tren o lugar en el que espero, siempre existe la posibilidad de sacar el ipod, poner la música tan fuerte que me permita ignorar a esa personita!

Mis respetos para ti!!

Saludos