jueves, 16 de julio de 2009

HAGAN SUS APUESTAS

El otro día entré un local de esos que no te dejan indiferente, con letreros luminosos fácilmente reconocibles. Para mi sería la primera vez, no como para mis dos acompañantes. Un lugar lleno de personas, obsesionadas con una sola idea, duplicar sus apuestas o triplicarlas….Fui al Casino del Aljarafe.

Si tuviera que definirlo con una palabra diría, antro. La entrada al establecimiento es increíble, tienes que subir una escalinata de 15 escalones con alfombra roja, abrir una gran puerta de cristal, y como si de la recepción de un hotel se tratase debes registrarte mostrando tu DNI.

En ese enorme hall, mientras me identifico puedo observar a mi derecha, una sala de juegos recreativos aislada por un biombo perforado con orificios en forma de florecillas. Desde el mostrador se podía oír el sonido de las tragaperras funcionando y en ocasiones el sonido metálico de un premio golpeando en su cajetilla.

A la izquierda del mostrador, cuatro puertas de doble hoja con cristales opacos, ocultan el corazón del monstruoso edificio y su gran atractivo. Las mesas de juegos.

Cuando entré no me percaté del ambiente que había pues iba buscando a dos amigos con los que había quedado. Intentaré hacer una panorámica del local desde la puerta de entrada. Una sala de unos 200 ó 300 mt2, totalmente diáfana, da sensación de ser una sala circular pero nada más lejos de la realidad. La sala está divida en dos ambientes. En primer lugar, las mesas de juegos en el centro de la habitación formando un círculo el cual no puedes atravesar ya que está prohibido. A mano izquierda, a distinta altura del centro neurálgico (el juego), encontramos la barra con su barman y unas tres mesitas para poder sentarse. A mano derecha, la caja para cobrar los premios o sacar más dinero para continuar jugando. Y en segundo lugar, estaría una sala separada de ésta primera por unas tres columnas, la cual es la sala de los profesionales. Esto significa que en la sala en la que yo me encontraba era de los principiantes y la apuesta mínima es menor que en la otra. Esa zona no la pude ver bien, pero creo que puede albergar un restaurante.

Una vez dentro no me llamó mucho la atención, por lo que me situé estratégicamente y me propuse familiarizarme con el juego sin apostar, viendo las distintas opciones de apuestas que existen y los variantes juegos.

En un ambiente de superstición y engaña bobo, voy viendo como la gente va apostando al azar, pues a pesar de creer que tienen una estrategia, y que tienen en cuenta las estadísticas, siguen apostando al azar, y éste, es caprichoso. Fui testigo de cómo una famosita se embolsaba cinco mil euros “a la sombra de los pinos”. Eso si, no se cuanto apostó y si perdió algo.

Vi como la mala educación era palpable en cada uno de los crupieres, jefes de mesa y vigilantes, y como la respuesta de los asistentes a dicho antro era del mismo tono.
Di una vuela viendo los distinto juegos, Black Jack, la ruleta, Póker, y cogiendo panfletos para saber como se juega y como se apuesta.

Me acerqué a la mesa de Black Jack 21. Y allí estaba ella, como salida de un libro de Agatha Christie, una mujer elegante, con gustos refinados, con las mejillas coloreadas y que rondaría peligrosamente el siglo. Unas gafas extravagantes cubrían su rostro y sus arrugas. Sus gestos desprendían una amargura extraña pero fácilmente reconocible. Fría y lejana, la señora sujetaba su copa a la par que lanzaba las valiosas fichas de plástico con tal desprecio que parecía que las regalaban a la entrada.

Me quedé observándola un rato, sentí lástima y observé que tal como soltaba las fichas de plástico, el crupier alargaba su peluda y gigantesca mano para arrancarle un pedacito más de su frío y despreocupado corazón el cual descansaba en las fichas, y ella, insensible al grotesco espectáculo, estiraba su brazo para coger su copa, sorber un trago, y con la otra lanzar las fichas restantes para seguir poco a poco muriendo.

Continúe mi recorrido por las distintas mesas, aspiré la fragancia inmunda de la avaricia, me dejé seducir por la sensual mirada de los crupieres. Olvidé, por unos instantes, el valor real del plástico (fichas), comencé a elaborar una estrategia sin tener en cuenta el azar. Y fui poco a poco acortando distancias con la mesa, mirándola tímidamente daba un paso más hacia ella. Sucesivos mensajes (pensamientos) llegaban a mi cabeza animándome a que me atreviese a jugar, y al igual que en un cortejo, mi corazón se aceleraba a cada paso que daba recortando la distancia.

Al final, haciendo un esfuerzo cuanto menos, me giré y me fui. Miré hacia atrás un par de veces, como cuando te despides de alguien que te gusta y te giras para ver si te devuelve la mirada, atravesé la gran puerta de cristal, bajé la escalinata sobre su alfombra roja, y desaparecí.

En lo sucesivo no creo que vuelva a entrar en una sala de juego. Creo que no hay nada mejor como conocerse así mismo y reconocer sus limitaciones, sus defectos, y por supuesto también las virtudes.

Es triste ver como la gente pierde su vida, su tiempo, su dinero, y lo que es más importante, a su familia, por algo tan frío, sucio, y enfermizo.

Sed buenos

5 comentarios:

Blanca dijo...

Hola Tomás. pues vaya que viviste la experiencia real de la tentación, a mi me gustaría vivirla, aunque digo que no juego ni apuesto nunca, hay que pasar una prueba de esas, no?
Hasta lueguito. Que estés bien.

Tomás dijo...

Pues is que la viví de cerca...Yo tambi´n decía que no jugaba y que no apostaba.
Y después de esta experiencia ya se el motivo por el que no lo hago ni lo haré, creo que me gustaría y podría quedar atrapado

ASi que personalmente, creo que no volveré a pisar un sitio de estos

hasta luego

benjamin dijo...

me ha parecido escalofriantemente real

Tomás dijo...

Pues asi fue, es del todo real, cien por cien real

Un saludo

Benji dijo...

se siente que es real, debido quiza a la facilidad para visualizar el escenario